Comentario al libro de Tomás Moreno Fernández
Es un excelente ensayo sobre los
mitos que el hombre ha creado a lo largo de siglos para conseguir y mantener
su posición dominante en la sociedad, relegando a las mujeres a un segundo
plano en todos los terrenos, familiar, político y religioso.
El tema es archiconocido y ha
sido ampliamente tratado pero nadie hasta ahora había cogido el toro por los
cuernos para describirlo abarcando todo su contenido a lo largo de un millón de
años, desde el mito de Eva, o Pandora, hasta el último de mujer fatal creado
por Hollywood. Lo que resulta capital para entender el origen, la causa y la
finalidad del mito.
Tomás Moreno Fernández es
Catedrático de Filosofía, admirado amigo y compañero de trabajo –antes de
jubilarnos- en el Instituto Padre Manjón. La gran dedicación de Tomás a la
temática de los mitos, podríamos decir que su especialidad, hace del ensayo que
nos presenta una obra magistral. Tratada con el rigor que solo he visto en los
filósofos alemanes y expuesto con la amenidad de una novela, me ha resultado
amena, atractiva e incluso apasionante porque revela verdades profundas antes
no conocidas para mí, algunas ni tan siquiera intuidas. Creo que es una gran
obra para todos pero, especialmente para la mujer de hoy es una obra de
referencia ineludible.
Como individuo masculino y, por
tanto, perteneciente a la “casta biológica dominante” me ha hecho sentir que
había que taparse las vergüenzas, porque me ha desnudado ante el mundo, me he
sentido moralmente desnudo, porque he visto cómo mis congéneres han
menospreciado, cuando no maltratado, humillado e incluso a veces torturado a
las mujeres por el delito de serlo. Y me ha desnudado intelectualmente porque
me ha mostrado cómo mis homólogos sexuales han inventado mitos que a veces
incluso han atribuido a Dios o a los Dioses para hacerlos creíbles e
inapelables con el único fin de relegar y marginar a la mujer.
Me ha quedado el temor de que, a
partir de ahora, cada vez que una mujer me mire a los ojos tendré que tapar mis
vergüenzas masculinas intelectuales y morales. Masculinas, que no machistas
porque, por fortuna para mí, nunca lo he sido. Y me sentiría impelido a pedir
perdón por los pecados de mis antepasados machos de no ser porque uno no es responsable de lo que hicieron otros.
Si fuera católico me buscaría un
cura y le pediría confesión: “Me acuso padre de que usted y yo hemos sido unos
cabrones con la mujeres en esos últimos 30 siglos”.
Como hominem scientíficum echo de
menos que Tomás no se haya acercado a la etología para hacer un redondeo
totalmente global del tema abarcando no solo la filosofía sino también la
biología. En realidad conozco la respuesta, él no habla de aquello en lo que no
se siente culto. Yo tampoco soy biólogo, pero en un simple comentario tan poco
docto como el que estoy haciendo me atrevo a hacer algún chiste.
Creo recordar que los homínidos
en general son seres sociales que viven en tribus o familias dominadas por un
macho alfa que se gana el puesto a democráticos mamporros. Y donde los machos
en general son dominantes con respecto a las hembras, puesto que, igualmente, se
ganan a mamporro limpio.
Quizá los homo-macho sapiens lo
único que hemos aportado a la civilización sea cambiar el mamporro por el mito.
Y es que no conviene olvidar que pese a tener kilo y medio de sesos, seguimos
teniendo 70 kilos de biología restante.
Tomás, hombre sabio y moderado
donde los haya, termina su libro con esta frase: “Todos los mitos, estereotipos
o modelos, representaciones e imágenes peyorativas y denigratorias de la mujer,
que han atravesado la historia humana desde su origen, no han sido más que un
fatídico sueño masculino”.