23 de mayo de 2014

Empatía europea



Inmersos en plena campaña electoral por el Parlamento Europeo nos vemos con frecuencia sometidos a los vaivenes entre la ilusión y la frustración.

Ilusión porque Europa es ciertamente un proyecto ilusionante, más aún, yo diría que es el mejor y más ambicioso proyecto social que la humanidad tiene entre manos en estos tiempos. Un proyecto que está en línea con la flecha que orienta el sentido de la evolución de las sociedades a lo largo de la historia.

 Ya afirmaba Aristóteles que “el ser humano es político”, esto es, social.” Los seres humanos viven en familias, clanes, grupos y manadas llamadas aldeas, pueblos, ciudades o naciones, y siente necesidad de juntarse con otros semejantes para poder realizarse como tal”. Solo que Aristóteles se paraba en las naciones, máxima organización social posible en su tiempo. Hoy, 15 siglos más tarde, esto está por fin superado y contamos con federaciones de naciones y el futuro, lejano, apunta a la mundialización, que ya se hizo viable desde que la ciencia y la tecnología hicieron posibles las comunicaciones físicas y telemáticas actuales y el tratamiento masivo de información.  La flecha del progreso social es muy clara: familias à tribus à ciudades à naciones à estados federados à unión planetaria. Y que también está en línea con la, recientemente descubierta y aún en estudio, empatía de las sociedades. A nivel personal, empatía es la capacidad cognitiva de percibir, en un contexto común, lo que otro individuo puede sentir. Pero también se produce a nivel colectivo y así cuando una comunidad comprende lo que siente y piensa la otra, dejan las espadas y echan mano de los tratados.

Lo que parece decirnos que en la evolución histórica de las sociedades hay un cimiento biológico: las estructuras y funciones de nuestro cerebro.

Es por esto que resulta incomprensible que en pequeñas regiones como País Vasco o Cataluña (también en Irlanda y otros lugares) aparezcan “iluminati” que han recibido de los Dioses la buena nueva de que la evolución y el bienestar de sus pueblos se lograrán mejor frenando y poniendo la marcha atrás.

Si esto lo unes a la gran cantidad de gente obsesionada con su día a día y a la que no le importa, porque no percibe que cabalgamos, y la no menor cantidad de los miopes desconfiados que solo piensan que esto de la Unión Europea es solo otro truco para llenarse los bolsillos otro puñado de políticos, se podrá entender la tristeza con que alternamos las ilusiones.


Pero en cualquier caso abrigamos la convicción personal de que el proceso de la unión de los pueblos es inevitable. Y que es un problema de sentimientos y de inteligencia, porque solo hace falta que la empatía logre superar definitivamente al odio y a la estupidez humana. Un problema de siglos, pero imparable.