14 de agosto de 2018

En busca de la INMORTALIDAD



Hoy la investigación tiene abiertos miles de frentes pero muchos de ellos, dentro del mundo biológico, están centrados en unos u otros aspectos de la geriatría, en la forma de evitar las secuelas de la vejez. Y es que a partir de los cuarenta y tantos años, cuando hemos dejado de ser capaces de reproducirnos, para la madre Naturaleza somos una carga inútil, innecesaria. ¿Por qué alimentar a unos bichos que ya no son capaces de reproducirse? Es un gasto de energía inútil (observe el atento lector que es lo mismo que piensan los gobiernos respecto de los jubilatas.  Pero no se aflija por ello porque mientras mantengamos el derecho al voto no tendrán otra salida que alimentarnos).  Y es por esto que a partir de esta edad todos los sistemas de nuestro organismo comienzan a fallar.

Si nos empeñamos en mantenernos vivos tenemos que luchar denodadamente contra la Naturaleza (y contra el gobierno). Para ello tenemos que averiguar cómo funciona cada uno de nuestros órganos y sistemas con el fin de repararlo cada vez que se empecine en fallar. Y para ello tenemos a esos maravillosos médicos sin los que ninguno de nosotros hubiera sobrevivido hasta la senectud. Pero delante de los médicos tienen que ir los investigadores médicos, biólogos, bioquímicos, etc. que son los que averiguan cómo funciona el asunto y luego se lo cuentan a los médicos que nos curan.

     ¿Pero es verdad que el hombre de hoy busca la inmortalidad?
     ¡Hombre… el de hoy y el de siempre, no te fastidia! ¿Por qué si no se inventaron los mitos de la reencarnación, el alma, el elixir de la eterna juventud y cosas por el estilo?

Esta sería la respuesta fácil y chistosilla pero no, yo me estoy haciendo la pregunta en serio. Dice Yuval Noah en su libro “Homo Deus” que el hombre de hoy ha vencido ya al hambre, la peste (la enfermedad) y la guerra (hablamos de los países occidentales, claro), nos falta el curto jinete, la muerte. Y en ello estamos.

Es raro el día en que no aparece en la prensa científica, y a veces en la normal, referencias de algún estudio que va encaminado a este objetivo de vencer a la vejez. Porque vencer a la vejez es la misma guerra que vencer a la muerte, aunque distinta batalla. El que no envejece no muere.

En este articulillo que os acompaño se nos narra el reciente descubrimiento de que si mantenemos inalterado el ADN de la mitocondrias, no se envejece. Más aún si se restaura ese ADN perdido por las mitocondrias de un ser viejo, recupera su juventud. Al menos en los aspectos externos como arrugas, pérdida de pelo, etc. ¡Vamos, que si el ADN mitocondrial ese se pudiera vender en frascos iba a valer el botecito una pasta…!

No entro en explicaciones sobre los aspectos biológicos de los términos que utilizo porque lo que quiero destacar es el esfuerzo real y pertinaz de muchos de nuestros científicos por averiguar cuáles son las pautas del envejecimiento y, por ende, cuales son los procedimientos para evitarlo.

Aunque el verdadero fondo de la cuestión es:
     ¿Pero existe realmente la posibilidad de no morir?

Por lo dicho más arriba se deduce que hoy todavía no tenemos la respuesta, aunque, bajo el punto de vista biológico, hay que tener en cuenta que NO TODOS LOS SERES VIVOS MUEREN. Los seres unicelulares que se dividen para reproducirse no mueren, porque cada célula madre se divide en dos hijas. Dicho en Román paladino: un viejo se convierte en dos jóvenes. Claro que cuando los seres vivos se complican (y aparecen las señoras y los caballeros) y aparece el sexo… ¡la fastidiamos! Los padres tienen hijos y después ellos se mueren. Y si no se mueren la Naturaleza los mata, y si tampoco esto resulta, el gobierno les congela la pensión.

¿Lo veis? Otra vez el sexo es quien tiene la culpa.

Pero hay otro aspecto de la cuestión que me gustaría tocar de soslayo: nuestros actuales poderes sobre los seres vivos. Hasta hace unos años los cambios en los seres vivos, las mutaciones, eran patrimonio de la madre Naturaleza (o de Dios, para algunos creyentes), pero desde que nuestra ciencia descubrió el ADN y vamos comprendiendo cómo funciona y cómo se cambia, ahora la evolución natural ha quedado relegada y somos nosotros los que decidiremos cómo serán las plantas y los animales en el futuro. Y, naturalmente, cómo seremos nosotros mismos, puesto que somos el bicho que más nos interesa. ¿Y esto significa que podremos evolucionar artificialmente hasta convertirnos en inmortales?

Está por ver, pero por ahí va la batalla.