12 de junio de 2012

Epistemología del conocimiento científico

Teoría del conocimiento



No es fácil definir la ciencia ni el conocimiento científico actual. Resulta frecuente encontrarse con discusiones acaloradas sobre el tema, especialmente si en ella participan científicos y filósofos.

Incluso los llamados filósofos de la ciencia tienen opiniones radicalmente diferentes respecto de lo que es la ciencia, su objeto, su naturaleza y sus procedimientos. Entre ellos, si bien Thomas Kuhn hace aportaciones de reconocida solvencia e innegable acierto basadas en las ideas de Einstein, para mí, nadie como Mario Bunge ha explicado la naturaleza de la ciencia y el pensamiento científico.

A mi modo de ver no hay nada más clarificador para comprender el pensamiento científico, su evolución y sus peculiaridades, que partir de las raíces mismas del conocimiento, con Platón. Es el mejor modo de comprender cuál fue la primera visión sobre el conocimiento y cuál es la visión científica actual del mismo.

Con el fin de no divagar he expuesto ambas concepciones en forma completamente esquemática.


Mario Bunge



Teoría de la reminiscencia, o del recuerdo,

Anámnesis de Platón

La Academia de Platón

La fuente del conocimiento somos nosotros mismos. Las ideas están impresas en nuestra alma desde antes del nacimiento.

Pero con el trauma del nacimiento el alma las olvidó.

Para recuperar el conocimiento interior se necesita la experiencia personal. Las experiencias que vivimos evocan, nos ayudan a recordar, lo que ya sabemos (del mismo modo que la fragancia de un perfume nos recuerda a la amada...).

Una vez que se ha producido en nosotros el recuerdo, la experiencia sensible ya no juega ningún papel, la experiencia empieza a estorbarnos.

Para conocer realmente hay que completar y madurar los recuerdos profundizando en nuestras ideas innatas mediante la reflexión.

El objeto del conocimiento es el mundo y nosotros mismos, es alcanzar la noesis (la sabiduría).



Naturaleza del conocimiento científico

Albert Einstein

La ciencia es un conjunto de conocimientos, procedimientos y valores creados por la humanidad mediante el uso de una modalidad de pensamiento a la que se ha llamado método científico.

La fuente del conocimiento científico, el método científico, no es otra cosa que el pensamiento creativo, un modo de pensar, de investigar, que no se atiene a normas o recetas, pero que cuenta con un procedimiento de validación imprescindible: la experimentación y la observación. Cualquier hipótesis elaborada no será tenida en cuenta hasta tanto haya podido demostrar su concordancia con el mundo natural.

El objeto del conocimiento científico es el mundo real, la naturaleza, el cosmos. El científico aspira a comprender y describir la estructura y el funcionamiento del mundo, y de sí mismo, como parte integrante del universo.

La naturaleza del conocimiento científico puede tipificarse atendiendo a sus características esenciales:

Es falsable, y por tanto provisional, puesto que está siempre sujeto a discusión y cambio. Los contenidos de la ciencia se consideran meras aproximaciones sucesivas a la realidad que mejoran con el avance de la misma.

Se expresa en lenguaje matemático. Cuando en ciencia se describe un fenómeno se hace cualitativa y cuantitativamente, midiendo del modo más preciso que es posible en cada época, y expresando las relaciones entre las variables y constantes que rigen el fenómeno mediante ecuaciones, siempre que es posible.

Es acumulativo, estructurado y coherente. Los científicos van arrancando a la naturaleza sus secretos migaja a migaja, pero estas no siempre encajan entre sí. Los conocimientos logrados se van ordenando y encajando trabajosamente a lo largo del tiempo, intentando construir un único edificio lógico que sea capaz de explicar el mundo. Lo que aún está por lograr.

Es predictivo. Lo que no es más que una consecuencia del método. Si logramos describir eficazmente a la naturaleza podremos predecir el modo en que evolucionará cualquier sistema material, conocido su estado inicial.

Es universal. Las pequeñas o grandes verdades arrancadas trabajosamente a la Naturaleza ­­­‑sus leyes‑ se cumplen igualmente en todo el Universo ya que la Naturaleza es única. Así la mecánica de Newton explicó la causa de los movimientos en la Tierra, y también el mecanismo del Sistema Planetario Solar. Hoy, ampliado con la Relatividad de Einstein, se aplica al movimiento de las galaxias.

Pretende ser objetivo, y estar libre de todo prejuicio y paradigma imperante en la época. Aunque ésta sea la más difícil de las tareas a las que el científico, como persona, se ha de enfrentar. No obstante, la objetividad del conocimiento se va depurando con el tiempo.

Los procedimientos son de una variedad extraordinaria. Podría hablarse de dos grandes bloques de procedimientos, aunque no sean independientes: Los utilizados en la investigación y los empleados en tecnología.

En investigación, cada disciplina tiene su propia colección de métodos de trabajo que cambian con el tiempo. Con frecuencia nuevos grupos de investigadores (hoy el investigador aislado es una especie en extinción) desarrolla nuevos procedimientos. Así, la vieja receta de Francis Bacon hoy sólo debe considerarse como un procedimiento inicial seguido en su época.

En tecnología, los conocimientos adquiridos por la ciencia se utilizan, mediante procedimientos variadísimos, y con frecuencia geniales, para construir y fabricar toda suerte de aparatos, máquinas que trabajan por nosotros, ingenios que mejoran nuestra calidad de vida, productos químicos, como fármacos, abonos, plaguicidas, aceros, polímeros.  Aparatos de medida y observación como los microscopios o telescopios. Aparatos de comunicaciones como el teléfono, fijo o móvil, etc.

Los resultados. Nunca como ahora la vida y las costumbres de la humanidad se han visto afectadas de un modo tan profundo y tan rápido por el pensamiento humano como en esta etapa en que la ciencia y sus aplicaciones se han universalizado y la práctica totalidad de las culturas aspiran a adquirir y beneficiarse de los bienes que ha traído la tecnología: Explotación de fuentes de energía nuclear, solar, etc.; transportes terrestres, marítimos, aéreos; comunicación impresa, radio, televisión, satélites de comunicación, Internet; máquinas que nos ayudan en el trabajo intelectual, como los ordenadores; medicina.
Uno de los campos en que el conocimiento científico está aún muy atrasado es en neurociencias, esto es, en desvelar el secreto del funcionamiento de nuestro cerebro. Pese a ello ya sabemos lo suficiente para poder descartar muchas concepciones primitivas, como la Anámnesis platónica, o el dualismo cartesiano. La “maquina pensante” es el cerebro y esta función no se realiza hasta su pleno desarrollo biológico, y cesa con su muerte (*).

Los valores. El desarrollo de la ciencia ha generado una serie de valores que a veces han sido explicados y desarrollados por filósofos y pensadores y que, en mayor o menor medida, son compartidos por las sociedades modernas. Los más destacados pueden ser:

Racionalismo, objetivismo, aperturismo, universalismo, control y progreso.

El objetivismo no solo puede entenderse como el sistema filosófico desarrollado por la señora Ayn Rand, filósofa ruso-estadounidense, sino todo aquel conjunto de actuaciones y pensamiento basado en el acercamiento a la realidad objetiva y opuesto al relativismo en el que no hay una moral universal sino que las de cada cultura son equivalentes, no hay valores universales porque son todos arbitrarios; en el que nuestra capacidad de conocimiento de las cosas está determinada por el azar y las peculiaridades de nuestros sentidos y, por tanto, escapa a nuestro control y verificación.

Al hablar de aperturismo habría que considerar su doble vertiente:

– El carácter provisional de sus teorías siempre abiertas a revisión y cambio.
– La generosidad que implica la publicación sistemática de la totalidad de su conocimiento y de los procedimientos utilizados para adquirirlo, haciendo así dueña de los mismos a la humanidad entera.
Manuel Reyes

15 de enero de 2012

Alma-Mente-Cerebro

Cógito ergo sun


   Una de las grandes satisfacciones que produce el decidirse un día a ordenar viejos papeles es encontrarse con pequeñas obritas que uno escribió en su día y quedaron durmiendo el sueño de los justos. Lo malo es que a los comentarios de libros, como es el caso, les pasa como a las notas de prensa, que se pasan de fecha. No obstante pienso que en este caso, al tratarse el eterno tema Alma-Mente-Cerebro, se le puede exonerar de temporalidad. Hago referencia a un librito genial del neurofisiólogo español Antonio Damasio (*) titulado "El Error de Descartes" (**).

En este libro, Damasio explica epistemológicamente cómo la idea de dualidad entre Mente y Cerebro nace en el siglo XVII con el, para mí, y deduzco que también para Damasio, infortunado Descartes. Su famoso "Cógito ergo sun" no es solo un lamentable error conceptual, es la causa de que se haya desviado la investigación, se haya reafirmado la absurda idea de Platón sobre el alma y haya desviado la orientación organísmica que ya diera Hipócrates para la medicina, que imperó hasta el Renacimiento, y que finalmente derribó Descartes. Por su culpa aún hoy algunos psicólogos intentan comprender al hombre desde la mente inmaterial, sin tener en cuenta de dónde y cómo surge el pensamiento: en las neuronas del cerebro. Por su culpa, en medicina, todavía algunos consideran que una enfermedad psíquica o psicológica no es una enfermedad "real" sino del alma, o de la mente.

Descartes llegó a pensar que su famosa frase: pienso luego existo, (que en realidad no era muy original puesto que venía del "fallor ergo sum" -soy engañado, luego existo-, de san Agustín), constituía el primer principio de su filosofía. Y esto porque ello suponía que él era "una sustancia cuya misma esencia o naturaleza es pensar y que para su existencia no hay necesidad de ningún lugar, ni depende de ninguna cosa material; de manera que este "yo", es decir, el alma por la que soy lo que soy, es completamente distinta del cuerpo,... e incluso si no existiera el cuerpo, el alma no cesaría de ser lo que es"

Es curioso, y a mí me gusta insistir en ello, que la idea del alma (Platón) y la separación del alma y el cuerpo, la dualidad (Descartes), no vienen de nuestros libros sagrados, ni de los mensajes de los "conectados con la divinidad", sino de nuestros filósofos. De hecho los judíos no creían en ningún alma, sino en la resurrección de los cuerpos, de ahí el conflicto con la resurrección de Cristo que no hubiera sido válida sin la desaparición del cuerpo. Claro que, posteriormente, los teólogos se ocuparon de incorporar el alma y la dualidad a las creencias cristianas. Sin darse cuenta, posiblemente, de que admitida la dualidad cuerpo-alma, Cristo podría haber ascendido a los Cielos sin que su cuerpo hubiera desaparecido de la Tierra.

Damasio argumenta científicamente a lo largo de su libro cómo no hay pensamiento sin cerebro, cómo es la actividad cerebral la que genera las imágenes, las ideas, el pensamiento. Pero si él ha necesitado para ello un libro de 300 páginas, al que os remito, espero que no esperéis que yo lo haga en unos párrafos. Me limitaré a transcribir algunas de sus conclusiones.

Hablando de la evolución de los seres vivos dice:

"Así pues, para nosotros, en el principio fue el ser, y solo más tarde fue el pensar. Y para nosotros ahora, a medida que llegamos al mundo y nos desarrollamos, seguimos empezando con el ser, y solo más tarde pensamos. Somos y después pensamos en la medida en que somos, puesto que el pensamiento está en la realidad causado por las estructuras y las operaciones del ser."

"... la mente completamente integrada en el cuerpo que yo concibo no renuncia a sus niveles de operación más refinados, los que constituyen su alma y su espíritu. Desde mi perspectiva, es solo que el alma y el espíritu, con toda su dignidad y escala humanas, son ahora estados complejos y únicos de un organismo."


(*) Antonio Damasio es profesor de neurociencia, neurología y psicología de la universidad de Southern California, dondde dirige el Instituto del Cerebro y la Creatividad. Premio Príncipe de Asturias a la Investigación Científica y Técnica (2005).
(**) EL ERROR DE DESCARTES
Autor: Antonio Damasio
Editorial: Crítica. Drakontos bolsillo (2006)
ISBN: 84-8432-787-6
Traducido a más de 30 idiomas. Otros comentarios sobre el libro: http://www.carloscapote.com/critica/elerrordedescartes/