31 de julio de 2009

¿Encontraremos vida en Marte?



Me gustaría ampliar el comentario que, con relación a la “vida en Marte” os hacía en mi intervención anterior.

Sigo en la línea de los bulos que la NASA se ve obligada a montar para lograr el interés de la población americana, versus, obtener asignaciones dinerarias en el Congreso.

Es evidente para mí que, del mismo modo que en cualquier lugar del universo donde haya ácido sulfúrico (como en la atmósfera de Venus) y tome contacto con piedras calizas se producirá una reacción produciéndose sulfato cálcico y se desprenderán burbujitas de CO2, también allí donde se den unas condiciones fisicoquímicas y medioambientales de temperatura y fuente de energía lumínica semejantes a las de la Tierra primitiva se formarán seres vivos. Porque las leyes del universo son, como su nombre indica, universales. De modo que si aquí las piedras se caen hacia abajo (hacia el centro terrestre), en el planeta HP40j de la galaxia del Pepinillo ocurrirá exactamente lo mismo.

El único problema que plantean estas cosas no está en las leyes naturales sino en las personas sentimentales y con tendencia a la comicidad que prefieren pensar que si a su dios no se le ha ocurrido pasar por el planeta HP40j con su varita mágica, allí no habrá vida.

Según estas premisas, ¿tenemos probabilidades de que haya vida en Marte? Por supuesto que no. Por aquellas tierras se estilan unas presiones atmosféricas casi nulas, unos fríos glaciares, una ausencia de agua casi total, una radiación solar insignificante y, en fin, unas condiciones en las que si de verdad hubiera, al menos, proteínas de cadenas largas ya sería un milagrito.

Pero como existe la probabilidad, por remota que esta sea, se puede montar el chisme para dar que hablar.

El problema que esto puede plantear es, como decía más arriba, que la vida la aportemos nosotros mismos, lo que generaría un escándalo que me temo no sería solo científico. Si acabamos descubriendo caracoles en Marte vamos a montar una marimorena de mantimplazos a báculo tendido que ni te cuento.

Y, aunque a mi me resulte simpático plantear el problema en plan cómic, la cosa no tiene mucha gracia porque podría frustrar una posibilidad de descubrir los albores de una posibilidad de vida foránea, lo que científicamente sería un crimen. Pero es que resulta prácticamente imposible eliminar todo vestigio de vida en un aparato tan complejo como las sondas que se envían a los planetas.

Cualquiera podría pensar que metiendo la navecita y sus cohetitos en un horno y dándole un buen calentón de 200 o 300 ºC estaría todo resuelto, pero no es así. Los aparatos que transportan esas naves a altas temperaturas quedarían destruidos, antes que muchas bacterias y virus. Claro que podríamos irradiarlos con una buena ducha de rayos X o de radiación gamma, pero ocurriría otro tanto. Los circuitos de un chip quedarían destruidos por estas radiaciones fuertemente ionizantes.

En una palabra, lo que mata la vida también aniquila a nuestros aparatos electrónicos de medida y de control.

¿Cómo lo hacen los chicos de la NASA? Pues con muuucho cuidadiiiiito, pero sin ninguna garantía definitiva de esterilidad total. Esto supone un problema técnico, en apariencia banal, pero esencial para el resultado final del experimento. Para averiguar si allí hay algún vestigio de vida lo primero que habría que haber hecho es no permitir que ningún aparatejo hubiera tocado suelo marciano. Pero, me dirán ustedes, ¿entonces cómo se descubre si en Marte hay caracoles?

La verdad es que la cosa es bastante complicadilla porque a donde llega la vida, lo “infecta” todo de vida. Si allí hubiera marcianos podríamos averiguarlo por sus gritos, sin posarnos en su suelo para no “regalarles” una colección de virus que los aniquilaran a todos, como ya hicimos (sin saberlo) con los indios americanos en el 1492. Pero si solo hay “caracoles” va ha resulta complicadillo. Menos mal que en Marte, casi con toda seguridad, no hay vida.

Podríamos decir que la hazaña de buscar vida allí va a resultar punto menos que imposible, salvo que tuviéramos la “suerte” de que fuera muy distinta aquella de la nuestra. Pero ¿por qué razón va a ser diferente?

Como puede verse, nuestro avance en el conocimiento científico no solo se enfrenta a problemas técnicos casi insuperables, además ha de lidiar con la opinión pública y con los intereses de los políticos de la época.