23 de marzo de 2024

Sobre la DIGNIDAD, el HONOR, y otras tonterías.

 

Autor: Ched

               Hay momentos en nuestras vidas como ciudadanos de a pie en que parece que por culpa de los políticos, o de otros personajes públicos, estamos perdiendo nuestra dignidad. Ya sea como personas, como región, país o como ciudadanos del mundo. Recuerdo, por ejemplo cómo el presidente de Méjico, en el año 2019 pidió al rey de España, Felipe VI ¡que pidiera perdón por la conquista de América! que hicieron los Reyes Católicos hace 500 años, y por los desmanes cometidos en aquellas fechas por Hernán Cortés en la conquista de Méjico. A López Obrador se le olvida que los españoles que fueron por allá por aquellas épocas son los que se quedaron los territorios de los indígenas, que ahora están en manos de sus descendientes, entre los que él mismo se encuentra.  Produce vergüenza ajena presenciar estos despropósitos. En otro nivel, y en estas fechas, tengo reciente el envío al festival de Eurovisión (visto por casi todo el mundo) como representante de España, una cancioncilla titulada “Zorra”, de música mediocre y texto indignante o más bien vergonzante.

              Este tipo de cosas me hizo recordar un “post” que yo había leído de Paco Traver (1), uno de mis autores favoritos, psiquiatra, aunque para mí que es más filósofo que loquero. Un genio.

              Paco Traver explica de modo magistral lo que es en realidad el honor y la dignidad y de dónde vienen y por qué y para qué sirven. Algo que para mí, como científico de matraz y mortero, me resultó asombroso.

              Vivimos en sociedad y para estar bien considerados en ella necesitamos tener una buena reputación. Que es nuestra imagen pública, la opinión o percepción que los demás tienen de nosotros. Con una mala reputación nuestra vida social se hace difícil, si no imposible, así que hemos de preocuparnos por mantenerla o mejorarla y para ello hay varias formas: la dignidad, el honor y la justicia.

              Dice Traver que “el honor es una manera de mantener la reputación allí donde no existe el Estado, es una de las maneras de resolver conflictos en las sociedades del desierto”. Creo que la definición es genial y clarificadora. Es un valor moral que está presente en todas las culturas clásicas, más acentuado cuando más tribal y simple era la organización social. El honor de las personas o de las familias había que mantenerlo incluso al precio de la sangre. El “ojo por ojo y diente por diente”, la venganza personal, era la forma de resolver conflictos.  Caer en el deshonor era quedar prácticamente excluido de la sociedad.

Autor: M. Reyes


              Añade Traver que así como el honor hay que merecerlo, la dignidad es algo inherente al ser humano, por el hecho de serlo. Es algo que pertenece a las personas, incluso si no son honorables. Piensa que esta concepción es una consecuencia del cristianismo que propagó la idea de que todos somos hijos de Dios y, por consiguiente, iguales, ante Él, ante la ley y en todas las circunstancias. Esta transformación moral ocurrió lentamente pero acabó imponiéndose, especialmente en Europa. Y yo añadiría a esto que, efectivamente, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU, de 1948, en su artículo 1 dice: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Es decir, que la dignidad personal se ha extendido a la “ética universal”. Aunque en muy distintas magnitudes e intensidades, dependiendo de las regiones del mundo.

              Esta “cultura de la dignidad” en realidad no se hizo efectiva hasta la aparición de estados complejos con organismos judiciales y policiales que hicieron innecesaria la venganza personal. Si eres ofendido, denuncias a la policía y los jueces aplican la ley y establecen el castigo. Estamos hablando de nuestros estados democráticos actuales, de la cultura europea, que se ha ido irradiando hacia otros países del mundo. Pero no a todos, ni en toda su amplitud, por desgracia.

              El gran problema que ahora sufrimos consiste en que, gracias a la ciencia y las nuevas tecnologías de comunicación y transportes, sobre todo, hemos entrado en una nueva etapa histórica que llamamos “mundialización”. Las gentes y las ideas se mueven con gran facilidad y rapidez de unos países a otros, incluso entre continentes. Y esto hace que la coexistencia de culturas del honor (primitivas) y culturas de la dignidad (democráticas modernas) choquen violentamente unas con otras. Es el problema que tenemos fundamentalmente entre África y Europa. Agravado por el tema religioso, que es más de los mismo, solo que en versión antigua, porque el islam mantiene su ideología y creencias medievales, mientras el cristianismo evoluciona, se adapta (más o menos) a las democracias y,  además, decrece, hasta el punto que los estados europeos son todos laicos, de jure o de facto.

              La mundialización lleva también consigo el problema de la migración. Si en África se ve en la tele lo maravillosamente bien que vivimos en Europa y lo terriblemente mal que viven ellos, a cualquiera le entra el deseo de venirse “al paraíso”. Y, según el Dr. Traver, aquí ocurre el choque de trenes. Ellos pertenecen a culturas del honor y no pueden comprender cómo pensamos y actuamos los de la cultura de la dignidad. Ni nosotros cómo piensan y actúan ellos.

La historia nos enseña que nadie puede cambiar sus creencias religiosas, o morales, por imposición. Recordad de nuevo la época de los Reyes Católicos, con moros y judíos. Se impuso que todo el mundo tenía que convertirse al cristianismo. La mayoría se marcharon y los pocos que quedaron falsearon sus cambios, hasta el punto de que la Reina Católica, junto con el “bendito” Torquemada, institucionalizaron la Inquisición para perseguir a los falsos conversos. Esto es; en realidad no se “convirtió” nadie. Comenta Traver cómo, aún hoy, para las mujeres árabes, gitanas y chinas, denunciar una agresión doméstica es un deshonor. Los trapos sucios se lavan en casa. Y yo añado, a modo de ejemplo experimental, que los gitanos entraron en España en el siglo XV, llevan aquí 6 siglos y… ¿han cambiado en este sentido? ¿Y por qué? Porque ellos siguen viviendo en forma tribal.

    ¿Qué cabe esperar de la inmigración masiva que estamos recibiendo de África y otros países de las culturas del honor?

    La historia nos cuenta lo que ocurrió con antiguos choques de civilizaciones. Recordemos la migración de los godos sobre el Imperio Romano. Anteriormente, en la edad del bronce, entre los siglos XII y XIII a.C. la migración de los llamados “Pueblos del Mar”, a los que los judíos llamaron Filisteos, y que allí se asentaron en lo que hoy llamamos la Franja de Gaza, pero también acabaron con el Imperio Egipcio y el Hitita y la Civilización Micénica.

¿Y… qué podemos hacer nosotros, ahora, con nuestros inmigrantes africanos, sin faltar a nuestra ideología de la dignidad?

 

 

(1)    El autor | neurociencia neurocultura (wordpress.com)

(2)    La reputación | neurociencia neurocultura (wordpress.com)


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