Autor: Ched |
Este tipo
de cosas me hizo recordar un “post” que yo había leído de Paco Traver (1), uno
de mis autores favoritos, psiquiatra, aunque para mí que es más filósofo que
loquero. Un genio.
Paco
Traver explica de modo magistral lo que es en realidad el honor y la
dignidad y de dónde vienen y por qué y para qué sirven. Algo que para mí, como
científico de matraz y mortero, me resultó asombroso.
Vivimos
en sociedad y para estar bien considerados en ella necesitamos tener una buena reputación.
Que es nuestra imagen pública, la opinión o percepción que los demás tienen de
nosotros. Con una mala reputación nuestra vida social se hace difícil, si no
imposible, así que hemos de preocuparnos por mantenerla o mejorarla y para ello
hay varias formas: la dignidad, el honor y la justicia.
Dice
Traver que “el honor es una manera de mantener la
reputación allí donde no existe el Estado, es una de las maneras de resolver
conflictos en las sociedades del desierto”. Creo que la definición es genial
y clarificadora. Es un valor moral que está presente en todas las culturas
clásicas, más acentuado cuando más tribal y simple era la organización social. El
honor de las personas o de las familias había que mantenerlo incluso al precio
de la sangre. El “ojo por ojo y diente por diente”, la venganza personal, era
la forma de resolver conflictos. Caer en
el deshonor era quedar prácticamente excluido de la sociedad.
Autor: M. Reyes |
Añade
Traver que así como el honor hay que merecerlo, la dignidad es algo
inherente al ser humano, por el hecho de serlo. Es algo que pertenece a las
personas, incluso si no son honorables. Piensa que esta concepción es una
consecuencia del cristianismo que propagó la idea de que todos somos hijos de
Dios y, por consiguiente, iguales, ante Él, ante la ley y en todas las
circunstancias. Esta transformación moral ocurrió lentamente pero acabó
imponiéndose, especialmente en Europa. Y yo añadiría a esto que, efectivamente,
en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU, de 1948, en su
artículo 1 dice: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad
y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse
fraternalmente los unos con los otros”. Es decir, que la dignidad personal
se ha extendido a la “ética universal”. Aunque en muy distintas magnitudes e
intensidades, dependiendo de las regiones del mundo.
Esta “cultura
de la dignidad” en realidad no se hizo efectiva hasta la aparición de
estados complejos con organismos judiciales y policiales que hicieron
innecesaria la venganza personal. Si eres ofendido, denuncias a la policía y
los jueces aplican la ley y establecen el castigo. Estamos hablando de nuestros
estados democráticos actuales, de la cultura europea, que se ha ido
irradiando hacia otros países del mundo. Pero no a todos, ni en toda su
amplitud, por desgracia.
El gran
problema que ahora sufrimos consiste en que, gracias a la ciencia y las nuevas tecnologías
de comunicación y transportes, sobre todo, hemos entrado en una nueva etapa histórica
que llamamos “mundialización”. Las gentes y las ideas se mueven con gran
facilidad y rapidez de unos países a otros, incluso entre continentes. Y esto
hace que la coexistencia de culturas del honor (primitivas) y culturas de la dignidad
(democráticas modernas) choquen violentamente unas con otras. Es el problema
que tenemos fundamentalmente entre África y Europa. Agravado por el tema
religioso, que es más de los mismo, solo que en versión antigua, porque el islam
mantiene su ideología y creencias medievales, mientras el cristianismo
evoluciona, se adapta (más o menos) a las democracias y, además, decrece, hasta el punto que los
estados europeos son todos laicos, de jure o de facto.
La
mundialización lleva también consigo el problema de la migración. Si en
África se ve en la tele lo maravillosamente bien que vivimos en Europa y lo terriblemente
mal que viven ellos, a cualquiera le entra el deseo de venirse “al paraíso”. Y,
según el Dr. Traver, aquí ocurre el choque de trenes. Ellos pertenecen a
culturas del honor y no pueden comprender cómo pensamos y actuamos los de la
cultura de la dignidad. Ni nosotros cómo piensan y actúan ellos.
La historia nos enseña que nadie
puede cambiar sus creencias religiosas, o morales, por imposición. Recordad de
nuevo la época de los Reyes Católicos, con moros y judíos. Se impuso que todo
el mundo tenía que convertirse al cristianismo. La mayoría se marcharon y los
pocos que quedaron falsearon sus cambios, hasta el punto de que la Reina Católica,
junto con el “bendito” Torquemada, institucionalizaron la Inquisición para
perseguir a los falsos conversos. Esto es; en realidad no se “convirtió” nadie.
Comenta Traver cómo, aún hoy, para las mujeres árabes, gitanas y chinas,
denunciar una agresión doméstica es un deshonor. Los trapos sucios se lavan en
casa. Y yo añado, a modo de ejemplo experimental, que los gitanos entraron en
España en el siglo XV, llevan aquí 6 siglos y… ¿han cambiado en este sentido?
¿Y por qué? Porque ellos siguen viviendo en forma tribal.
¿Qué cabe esperar de la inmigración masiva que estamos
recibiendo de África y otros países de las culturas del honor?
La historia nos cuenta lo que ocurrió con antiguos choques
de civilizaciones. Recordemos la migración de los godos sobre el Imperio Romano.
Anteriormente, en la edad del bronce, entre los siglos XII y XIII a.C. la
migración de los llamados “Pueblos del Mar”, a los que los judíos llamaron Filisteos,
y que allí se asentaron en lo que hoy llamamos la Franja de Gaza, pero también acabaron
con el Imperio Egipcio y el Hitita y la Civilización Micénica.
¿Y… qué podemos hacer nosotros, ahora, con nuestros
inmigrantes africanos, sin faltar a nuestra ideología de la dignidad?
(1) El autor | neurociencia
neurocultura (wordpress.com)
(2) La reputación | neurociencia neurocultura (wordpress.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario