3 de marzo de 2019

Legislar contra natura

O el celibato en la Iglesia 


Grecia
La pederastia en la iglesia católica lleva tiempo siendo materia de escándalo para creyentes y no creyentes. El problema de los abusos sexuales contra menores se hace cada día más intolerable en una sociedad donde la sexualidad está bastante liberalizada y se entiende mal que haya que abusar de menores, con el drama que ello implica, para satisfacer unas necesidades biológicas. ¿Pero se trata de una necesidad o de una perversión? Porque más bien parece lo segundo.

El Papa ha convocado a sus próceres para tomar medidas que puedan evitarla pero es obvio que las que se han tomado no la van a conseguir y lo peor del asunto es que ellos lo saben perfectamente. Llevar ante la justicia ordinaria a los "pecadores" puede tranquilizar las conciencias de algunos por hacer intervenir la justicia humana que, hoy por hoy, parece más creíble que la divina. Pero se ha evitado ir a la raíz del problema: EL CELIBATO; y por tanto la enfermedad sigue latente. Es como cuando tomamos un calmante para un dolor de muelas, mientras no saquemos la muela...

¿Por qué razón la Iglesia Católica impuso una situación tan antinatural como el celibato a sus clérigos? Mi ignorancia de la historia me ha hecho bucear un poquito en el tema y he quedado sorprendido e impresionado por la dedicación, la consagración religiosa o más bien la obsesión religiosa, de aquellas gentes de los comienzos del cristianismo. Estaban más obsesionadas por la muerte que por la vida, de  modo que cualquier sacrificio era admisible con tal de lograr “la salvación”.

Así que, a principios del siglo IV, en el concilio de Elvira se dictaminó: "Plugo prohibir totalmente a los obispos, presbíteros y diáconos o a todos los clérigos puestos en ministerio, que se abstengan de sus cónyuges y no engendren hijos y quienquiera lo hiciere, sea apartado del honor de la clerecía." Hay que aclarar que en aquella época la gentes que se acercaban a la iglesia y eran nombrados obispos,  presbíteros, etc. eran hombres casados y con hijos y por tanto lo que se les prohibía era yacer con sus esposas, que no abandonarlas –menos mal–. Aunque el celibato entendido de este modo era todavía más tremebundo y antinatural que el actual. Hoy la Iglesia capta las voluntades casi en la infancia, recluye a los jóvenes en sus seminarios, donde no pueden tener relaciones ni tan siquiera ver a mujer alguna y, finalmente, si deciden profesar, hacen su voto de castidad. Sistema que puede explicar por qué algunos sacerdotes tienen esa fijación sexual por los niños; es lo único que conocieron en su juventud.

A mí me ha parecido que realmente la Iglesia Católica no tuvo en aquella época otro deseo al imponer el celibato que el lograr la más absoluta dedicación y consagración a los asuntos de Dios y apartarse del mundo de los hombres. Naturalmente que, con nuestra visión actual, la idea no pudo ser más errónea ni tener unas consecuencias más funestas para la Iglesia a lo largo de casi toda su historia.

En realidad la idea del celibato no era nueva, ya los monjes budistas la practicaban desde 500 años antes de Cristo. Pero eran muy ajenos a la concepción judaica de la vida. En el Génesis hay un mandato divino: “Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra”. Mucho más reciente, en la primera carta de Pablo a Timoteo dice: “Es, pues, necesario que el epíscopo sea irreprensible, casado una sola vez”. Es decir, que los judíos eran polígamos, aunque, según parece, ya no estaba muy bien visto en esta época de S. Pablo. Es obvio que saltar de la poligamia al celibato era un salto mortal sin red, no obstante que en aquella época parecía aconsejable para dedicarse a la vida apostólica.

A nivel biológico se puede añadir otro tanto, las etapas esenciales de cualquier ser vivo son, nacer, crecer, reproducirse y morir. Eliminar de esta “silla” una de sus cuatro patas es casi asegurar la caída. La sexualidad es esencial en la vida del hombre, prescindir de ella puede producir trastornos psicológicos. Existe esa necesidad biológica en todo el mundo. No obstante en algunos no es tan fuerte como en otros y en estos la exaltación religiosa puede sublimar sus deseos sexuales a cambio de unas expectativas religiosas mayores. En cualquier caso el número de hombres capaces de prescindir del sexo por una creencia elevada me temo que sea exiguo y la iglesia ha ordenado sacerdotes como los ejércitos soldados.

A mí me resulta muy difícil entender la razón por la que la Iglesia Católica moderna sigue en sus trece de no cambiar el chip en este tema, y mucho me temo que la poderosa razón no sea otra que la de no ceder y dar la razón a los protestantes. Pese a saber que legislar contra la naturaleza humana es siempre un grave error que continuará generando problemas secularmente. Más aún cuando la solución está en los mismos evangelios. En el de S. Mateo se dice:
“Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse. Entonces él les dijo: No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado. Pues hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba”. (Mateo 19, 10-12).
Es decir, que Cristo ya tenía claro que el celibato no todo el mundo lo puede resistir sino solo algunos “elegidos”, y su consejo es más claro que el agua: “El que sea capaz de recibir eso que lo reciba”.

A todas luces esta es la solución correcta: Solamente los que sean capaces de resistir un celibato deben comprometerse, el resto deberían seguir una vida sexual natural. ¿Quién se escandalizaría hoy que los sacerdotes se casaran y tuvieran una familia, como los protestantes?

Amén.


Manuel Reyes