6 de abril de 2010

La educación en el siglo XXI

Fernando Savater

Parece que, por fortuna, en la actualidad hay una inquietud generalizada por la enseñanza, cosa que hasta hace poco no ocurría. Nuestra sociedad siempre ha pensado que la educación era cosa del estado. Pero hoy parece que la ciudadanía se ha hecho más consciente de que la educación no es un tema que preocupe a los políticos.

El tiempo de la educación no es el tiempo de los políticos. Una reforma educativa tiene su efecto en la sociedad al cabo de 15 o 20 años y para esas fechas ninguno de los políticos actuales estará en el poder. 15 o 20 años para un político es como 2 siglos para cualquiera de nosotros. La educación tiene un tempo que escapa del interés político.

Por otra parte es evidente que la crisis que actualmente padecemos no puede resolverse de ninguna manera mediante medidas educativas. Como no es menos evidente que la crisis la están padeciendo en mayor medida aquellos estamentos sociales de más bajo nivel educativo. De las gentes sin estudios están parados el 85%, y este porcentaje baja drásticamente a medida que el nivel de estudios sube. Esto nos dice que las medidas educativas que podamos tomar hoy podrán influir en otra futura crisis, pero está claro que no en la de ahora.

Esta es una visión pragmática de la educación, algo que hoy se utiliza con frecuencia y que es conveniente manejar de forma cuidadosa. El informe PISA es otro ejemplo de pragmatismo en la enseñanza, que tiene la gran ventaja de que pueden tomarse aspectos fácilmente cuantificables y así poder hacer comparaciones entre unos sistemas educativos y otros. Así cuando escuchamos que el informe PISA ha dado pobres resultados en gramática, ciencias o matemáticas para los alumnos españoles, estamos midiendo aspectos medibles, pero poco esenciales en la educación.

La educación es el cultivo de la humanidad. El objetivo de la educación es formar personas cabales y buenos ciudadanos.

Naturalmente que para ser un buen ciudadano también es necesario tener una cultura, lo que implica adquirir una serie de conocimientos y habilidades que nos permitan desarrollar una profesión, pero esto es solo una parte del conjunto educativo.

En una democracia hemos de formar a todos para poder gobernar. La incompetencia que apreciamos en los políticos actuales es la incompetencia de la sociedad a la que pertenecen, es decir, la nuestra. Los políticos no son seres extraterrestres llegados de otra galaxia, sino personas de nuestro entorno. En una democracia, políticos somos todos. Aristóteles decía: “Antes de gobernar tendrás que haber sido gobernado”.

Todas las democracias actuales viven con el temor de la influencia de los ignorantes. Los ignorantes tienen voz, y sus votos seguramente apoyarán medidas demagógicas y bloquearán medidas necesarias para mejorar pero que implican sacrificio. Bien es verdad que en las autocracias los gobernantes confían en la ignorancia de las gentes para perpetrarse en el poder.

La ignorancia a que nos referimos es la de aquellas personas que nos son capaces de argumentar ni de comprender argumentos, que no son capaces de expresar, de manera inteligible, sus demandas sociales a los demás, ni entender las demandas de otros. Las personas que no son capaces de persuadir, ni de ser persuadidos.

La primera ocupación de la enseñanza es crear personas capaces de persuadir y de ser persuadidos, lo que es imprescindible cuando se ha de vivir en sociedad. En nuestro país, en cambio, hay una especie de orgullo a ser impersuadible, impermeable. ¡Yo pienso igual que cuando tenía 17 años!, se jactan algunos “intelectuales”.

Una muestra de ello es la oposición visceral que la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que se imparte en toda Europa, ha tenido en ciertos sectores. Una asignatura que pretende transmitir valores sociales. El problema es que aquí existe la creencia de que los valores han de transmitirlos los padres y esto es un error. Yo vengo de una parte de España donde a muchos padres les parece estupendo que sus hijos sean terroristas. Pero los maestros deben enseñar otros valores que garanticen la convivencia y la tolerancia.

El problema surge también por el reparo de que "educar es adoctrinar". Lo que es cierto, puesto que toda educación en valores supone admitir que unos valores son mejores que otros, y que hay formas de vida preferibles a otras.

Hay valores que son imprescindibles para vivir en sociedad. Son valores laicos, no contrarios a las religiones, sino que colocan a la religión como un derecho, no como un deber de nadie; y que no intentan convertir los “pecados” en delitos. Y estos valores han de transmitirse en las dos etapas fundamentales en cuanto a su poder educativo: la primaria y la secundaria. Lo que se hace en la universidad se llama “educación” por extensión, pero en la universidad no se educa: se enseña, se instruye.

En una sociedad democrática toda la educación es pública, porque la educación es una cuestión social, no familiar (como era la educación de los nobles en los siglos XVII o XVIII).

Por cierto que, en la educación actual es preciso que la sociedad respalde a los maestros y educadores en general. Porque los niños son forzados a aprender cosas que ellos no saben que son útiles, por eso la educación tiene un punto de coacción. Pero además hay un elemento de frustración. El educador frustra expectativas del alumno porque ha de optar por unas cuantas posibilidades entre muchas y eso contraría, frustra e incluso despierta una cierta antipatía del alumno.

Los profesores, como los padres, son siempre mucho mayores que sus alumnos e hijos, por tanto no puede haber entre ellos una complicidad de “amiguetes”. Es una verdadera pena que un padre se considere el “amigo” de su hijo, porque el niño tendrá la oportunidad de tener muchos amigos de su edad, lo que no podrá tener, en este caso, es la oportunidad de tener un padre. Y lo mismo es aplicable a los profesores que, por desgracia, suelen caer en la tentación de convertirse en amiguetes o en animadores socioculturales de sus alumnos, quienes, de este modo, pierden la oportunidad de tener un profesor.

Ese entusiasmo que hoy existe por la espontaneidad no debería afectar al miramiento y el respeto que debe imperar en ciertas relaciones y en ciertos momentos. Este es uno de los errores sociales más importantes y digno de estudio; más que otros muchos que afectan a la enseñanza.




NOTAS: La intención que Fernando Savater manifestó en el inicio de esta conferencia no es otra que plantear una serie de cuestiones que él considera básicas en la enseñanza para provocar un debate posterior.

La conferencia se pronunció en Granada el 19 de Marzo de 2010, en el salón de actos de Los Hermanos Maristas; y ha sido resumida y glosada por Manuel Reyes, quien es también es responsable de los subrayados.

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