O la nueva crisis de la ciencia
El cambio de siglo nos ha obsequiado con una
nueva y fascinante crisis en el mundo científico que no tienen nada que
envidiar a la de principios del pasado siglo XX.
Podríamos decir que la
tribulación comenzó con la peregrina idea de Planck de la cuantización de la
energía (no se le ocurrió otra salida para explicar la radiación del cuerpo
negro), seguido por el “modelito” de átomo
que había elaborado Rutherford bombardeando un pan de oro con radiaciones
exóticas procedentes del radio (recién descubierto) según el cual, las antiguas
bolitas macizas que siempre habían sido los átomos estaban casi vacías y contenían
unas insólitas partículas: electrones, protones, neutrones... ¡increíble! Todo ello fue aderezado posteriormente por
Bohr a quien, para que no faltara nada, se le ocurrió pensar que los electrones
se movían mediante “saltos cuánticos” pasando así de un lugar a otro sin haber
estado nunca en ningún lugar intermedio; ¡pura magia!
Si a lo dicho añaden Vds. el
descubrimiento de Hubble, que analizando
el corrimiento al rojo de las rayitas del espectro de la luz de las galaxias,
dedujo que el Universo no era estático sino que estaba en continua expansión,
... pueden hacerse una idea del caos de la época. Ya nada era como antes.
Tantos cambios se produjeron en tan poco tiempo que al propio Einstein le
cogieron en calzones. ¡Hombre esto se avisa! Cuando el pobre hombre tenía elaborada
su brillante teoría gravitatoria en la que había logrado explicar de forma
genial la razón por la que el Universo era maravillosamente
estático... Tuvo que rehacerlo todo para demostrar que el Universo estaba
en una maravillosa expansión. Quizá
para vengarse de esta faena se inventó aquellas increíbles cuatro dimensiones
del universo y tiró a la basura las fuerzas a distancia de Newton reemplazándolas
por la curvatura del espacio-tiempo, amén de todas aquellas locas ideas
relativistas sobre la constancia de la velocidad luz que nos forzaban a aceptar
–pero conste que de muy mala gana– que es el espacio el que se estira o se
encoge, y el tiempo el que transcurre unas veces más deprisa y otras más
despacio, y no la luz la que corre más o menos.
Hacia 1929 Wolfgang Pauli –creador del famoso
principio de exclusión y de la teoría cuántica de campos– escribía: “En este momento la física se encuentra en
un estado de terrible confusión, me gustaría haber sido actor de cine o algo
por el estilo y no haber oído hablar nunca de la física”
En fin, es complicado mencionar siquiera con
un mínimo de orden el inmenso cúmulo de ideas geniales, descubrimientos
asombrosos y contiendas científicas que abrieron aquella nueva etapa para la
física a la que hoy llamamos Física Cuántica. Una nueva forma de entender este inaudito mundo en el que hemos
nacido.
Y he aquí, que cuando finaliza felizmente el
siglo XX, cuando ya parecía que nos íbamos familiarizando con las
excentricidades de las partículas elementales, a un grupo de fogosos astrónomos
se les ocurre la inquietante idea de “pesar” el universo. Ni al mismísimo
Mefisto se le hubiese ocurrido idea tan peregrina. Y en efecto, fue un “desastre”:
resultó que pesaba mucho más que la materia conocida y contabilizada en sus libros
de cuentas. ¿Y ahora qué?
Pues nada, que a algún físico burlón se le ocurrió que debía existir
una especie de materia oscura formando grandes anillos extragalácticos. De
este modo, además de explicar el “exceso de peso” se explicarían los extraños
movimientos de las galaxias. ¡Mucha Guerra de las Galaxias! tienen en sus
cabecitas los físicos que salen hoy de nuestras facultades.
Pero, como de costumbre, las desgracias nunca
vienen solas, y hace apenas dos años, dos grupos diferentes de científicos,
trabajando separadamente y estudiando las explosiones de las supernovas en
galaxias muy lejanas (menuda ocurrencia) descubren que el universo no está en
una simple expansión sino en una expansión
acelerada, lo que han dado en llamar: Universo en aceleración.
Para aclararnos pondremos un ejemplito.
Cuando tiramos una piedra hacia arriba sabemos que sube con movimiento
retardado, cada vez más despacito, frenada por su peso, hasta que se detiene, y
vuelve a caer sobre nuestra cabeza con un movimiento inverso al de subida. Esto
es fácil de aceptar, pero cuando tengo que explicarle a mis alumnos que si la
piedra la tiramos con más, mucha más, velocidad inicial, puede llegar a no caer
nunca, ... siempre necesito un buen rato de contienda académica hasta
convencerlos de que en realidad esto es lo que hacemos para “sacar de la
Tierra” a los vuelos espaciales. Pues bien, no puedo ni imaginar lo que tendré
que ingeniar ahora para convencerles de que, lo que se acaba de descubrir, es
que, las piedras de ahora, en lugar de volver a caer, lo que hacen es elevarse
cada vez más deprisa.
Esto es lo que ocurre en nuestro Universo, que
todas las galaxias huyen unas de otras como si se las llevara el diablo. ¿Y
quién les empuja?, pues hombre, cómo no se le había ocurrido: ¡la energía
oscura!.
¡Adiós, Newton! ¡Adiós, Einstein! ¡Adiós,
Física! Otra vez tendremos que abandonar el maravilloso edificio de la
sabiduría, por derribo. ¿Por qué ha de ser el Mundo tan endemoniadamente
complejo?
Sería prolijo explicar a Vds. la vorágine de
polémicas, ideas locas, experimentos fantásticos, que se están disparando en
estos momentos. Para muestra un botón: La energía oscura, que al igual que la materia
oscura, no puede verse ni captarse por procedimiento alguno conocido ya
que no interacciona con la luz (ni la absorbe ni la emite) se supone que es un
campo, como el gravitatorio o el electromagnético, pero que promueve una fuerza gravitatoria de repulsión.
Algo así como la famosa constante cosmológica, o energía del vacío, que
Einstein había introducido (por error?) para explicar el equilibrio entre la
atracción gravitatoria y otra fuerza repulsiva, de tal modo que el Universo
fuese estático.
Fig. 3.- Según la Teoría de membranas, podrían existir otros universos a unos milímetros del nuestro, vía gravitatoria, (líneas rojas onduladas) pero a millones de años-luz por la membrana espacio-temporal que captan nuestros sentidos (líneas amarillas continuas.
Todo esto implica una sarta de locuras, como que en el cosmos hay
mucha más materia y energía oscuras que la materia que conocemos; que no
tenemos ni pajolera idea de lo que son estas “cosas oscuras”, que ahora ya no
hay cuatro fuerzas que gobiernan al mundo sino cinco; que hay una especie de
gravedad negativa; que el universo es plano; que las partículas elementales ya
no son bolitas sino cuerdecitas vibrantes, que nosotros captamos 4 dimensiones
pero hay 11, que las famosas constantes
universales como G, e incluso c, podrían no ser constantes ...
¿Hay entonces motivo de preocupación? En modo
alguno, todo lo contrario, estamos viviendo una época gloriosa. Según el
filósofo de la ciencia Kuhn la evolución y el progreso habituales de la ciencia
se producen en sucesivas etapas de desarrollo y crisis. Esto nos llevará más
lejos y en menos tiempo, ¡viva la crisis!
Manuel Reyes
Camacho
Artículo
publicado en la Revista del Instituto Padre Manjón, de Granada, con carácter
divulgativo para alumnos de enseñanza secundaria. Mayo 2001
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